Artículo escrito por nuestro socio Jordi Estalella y publicado originalmente en la revista Telos en este enlace.
Texto parcial del artículo:
La digitalización del Departamento Legal no debe contemplarse solo como un factor de eficiencia interna, sino también como un proceso evolutivo que favorece las dos actividades radicales de una empresa: producir y vender, convirtiéndose así en la nueva ventaja competitiva.
Desde la aparición de los primeros homínidos en la sabana africana, la evolución de nuestra especie se ha sustentado en la fabricación y el intercambio. Durante el Paleolítico inferior, hace la friolera de dos millones de años, el Homo habilis aprendió a tallar la piedra y produjo herramientas cortantes que utilizaba para cazar y despiezar las presas que satisfacían el autoconsumo de la reducida tribu a la que pertenecía.
Andando en el tiempo, la agricultura y la ganadería practicadas durante el Neolítico, junto con la explotación de actividades como la minería, posibilitaron la acumulación de excedentes que se intercambiaban o vendían a otros pueblos, exportándose incluso fuera de la Península Ibérica. Uno de esos casos es el yacimiento de Gavà, un municipio situado en el margen derecho de la desembocadura del río Llobregat, a escasos kilómetros de Barcelona, donde se han hallado fragmentos de variscita, un mineral similar al jade y a la turquesa, empleado para manufacturar collares y elementos ornamentales destinados al consumo interno y al comercio exterior, principalmente Portugal y el sur de Francia.
El aumento de los asentamientos humanos, el incremento de la producción, la acumulación de excedentes y el establecimiento de rutas comerciales fomentaron el tráfico de mercancías entre los territorios y la aparición de la moneda como medio de intercambio. Como consecuencia de la expansión del comercio mundial las empresas crecían, aunque en paralelo se planteaban nuevos retos como organizar de forma más eficiente la producción, abaratar el transporte y obtener una imagen de la situación contable de la explotación. La solución a estos retos fue la especialización, creándose dentro de las corporaciones, a partir del último cuarto del siglo XIX, las áreas de logística, operaciones y finanzas. Así, la fabricación y venta, hasta entonces las únicas actividades de la empresa, se complementaron con esas otras con la finalidad de afrontar los desafíos del mundo moderno, entre ellos, uno que comenzaba a ser acuciante: distinguirse de la competencia.
En efecto, la extraordinaria capacidad productiva de las empresas durante el siglo XX, gracias a la introducción de la electricidad, la cadena de montaje y maquinaria automática provocó una inmensa variedad de bienes de consumo que necesitaban diferenciarse a ojos del comprador. El trabajo de diferenciar la oferta, y aumentar de este modo las ventas, recayó en el grupo de personas que formaban los nuevos departamentos de marketing, un área especializada que se sumaba a las ya existentes (logística, operaciones y finanzas) y que dotaba a las organizaciones de una ventaja competitiva adicional.
El siguiente estadio en la evolución funcional de la empresa vino aparejado a los movimientos sindicales que reclamaban mejores condiciones laborales para los obreros. Esta demanda social, unida a la necesidad de atraer y retener el talento de trabajadores cualificados mediante políticas de personal cuyo diseño requería conocimientos específicos, conllevó la formación de la especialidad de Recursos Humanos articulada a través de un departamento propio, igual que había ocurrido con el resto de las especialidades.
La función legal
De manera semejante, los primeros departamentos legales se constituyeron en el primer cuarto del siglo XX para dar respuesta a los riesgos y conflictos surgidos de la complejidad del tráfico mercantil y los derechos de los trabajadores. La misión principal de las empresas continuaba siendo fabricar y vender, pero los cambios sociales, económicos y legislativos requerían una gestión cada vez más sofisticada para competir que se logró creando nuevas áreas funcionales que intensificaban y mejoraban la producción y las ventas. En otras palabras, agregaban valor a esas actividades originarias que habían caracterizado a la empresa desde tiempos inmemoriales.
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