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Inversión tecnológica y el desastre de Vietnam

Artículo escrito por nuestro socio Jordi Estalella y publicado originalmente en Abogacia.es en este enlace.

Texto parcial del artículo:

La intervención de los Estados Unidos de América en la guerra de Vietnam no se produjo de forma repentina. Durante los últimos años de la ocupación colonial francesa los americanos habían suministrado armamento al ejército francés y realizado operaciones encubiertas, y a partir de los Acuerdos de Ginebra (1954), en virtud de los cuales Vietnam se dividió en dos países, Estados Unidos incrementó progresivamente su presencia hasta alcanzar los 200.000 efectivos en 1966. La confrontación entre el ejército americano y las tropas de Vietnam del Norte estaba en ese momento adoptando dimensiones catastróficas.

El Vietcong (apelativo con el que se denominaba al ejército norvietnamita), liderado por Ho Chi Minh, lo formaban en su mayoría campesinos que habían adquirido experiencia en los comandos guerrilleros contra los franceses. Algunos de sus oficiales habían completado su adiestramiento en China, país que se alineó con el Vietcong en su misión de imponer el comunismo en todo Vietnam.

A pesar de que los soldados del norte recibían suministros y armas de China, estas no podían compararse a la potente tecnología de los bombarderos B52, portaaviones, destructores, tanques M48 o los helicópteros Huey del ejército americano. Tampoco había parangón entre el fornido equipamiento de los soldados estadounidenses y los paupérrimos pertrechos de los comunistas del norte. Aun así, la nación americana sufrió una de las derrotas más humillantes de su historia moderna junto con la reciente retirada de Afganistán.

La guerra de Vietnam ofrece una lección que se repite inexorablemente en muchas situaciones: la superioridad de medios tecnológicos no garantiza una mayor eficacia en la consecución de los objetivos. En Vietnam se cometieron errores de bulto que la tecnología no pudo compensar, empezando por una estrategia totalmente inadecuada como fue sostener un gobierno despótico y corrupto hasta la raíz.

La tecnología en una firma de abogados o en un departamento legal debe responder a una estrategia precisa condicionada al posicionamiento de la primera o a los objetivos de negocio marcados por la empresa del segundo. Si la definición de la estrategia es confusa, errática o está alejada de los objetivos importantes, la inversión en tecnología servirá de bien poco. Casos típicos de estrategia inadecuada es el de la firma que, inducida por las tendencias, instala en su página web un bot conversacional cuando su servicio es, o debería ser, personalizado. O cuando la asesoría jurídica implementa una herramienta de gestión de contratos o de automatización documental que los otros departamentos (socios de negocio) no son capaces de utilizar.

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