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¿Burbuja de Inteligencia Artificial en el sector legal?

Artículo escrito por nuestro socio Jordi Estalella y publicado originalmente en Abogacia.es en este enlace.

Estos últimos meses estamos presenciando una proliferación de herramientas y soluciones de Inteligencia Artificial (IA) destinadas a revolucionar la práctica legal, desde la automatización de tareas rutinarias hasta la predicción de resultados judiciales. Aunque estos avances prometen mejorar la eficiencia, resulta inevitable plantearse una pregunta: ¿nos encontramos ante una burbuja de la IA en el sector legal?

Para comprender este fenómeno, es esencial analizar las expectativas desmesuradas que rodean a la IA y contrastarlas con la realidad actual de su implementación en el ámbito legal. La expectativa de que la IA puede no solo automatizar tareas sino también tomar decisiones complejas y ofrecer asesoramiento jurídico ha llevado a una inversión significativa en esta tecnología. Sin embargo, la capacidad real de la IA para cumplir estas promesas arroja más sombras que claros.

La expectativa de que la IA transformará radicalmente el sector legal se ha visto alimentada por el éxito de algunas aplicaciones. Estas aplicaciones han demostrado la capacidad de la IA para realizar análisis de documentos a gran escala, predecir el resultado de litigios y automatizar la redacción de documentos legales. Con todo, la realidad es que la mayoría de estas herramientas se centran en tareas específicas y limitadas. La inteligencia artificial aún se encuentra en sus etapas iniciales en cuanto a comprensión contextual, razonamiento ético y adaptación a la complejidad del razonamiento jurídico.

En este sentido, la Ley de Amdahl ofrece una perspectiva crítica y matizada que merece ser considerada. Esta ley, formulada por Gene Amdahl en la década de 1960, establece un principio fundamental en el ámbito de la informática y el diseño de sistemas, pero su aplicación puede extenderse a la implementación de la IA en la práctica legal.

La Ley de Amdahl aborda el límite teórico de mejora en el rendimiento de un sistema cuando solo una parte de este se optimiza. En términos sencillos: si solo mejoramos una parte de un sistema aplicando inteligencia artificial, por ejemplo automatizando ciertas tareas de un contrato, el cambio en el rendimiento total, (el proceso de gestión del contrato) no será tan grande. Esto se debe a que las partes del proceso que no se mejoran, o que no pueden mejorarse con tecnología, limitarán cuánto puede mejorar el sistema completo.

Esa limitación, no obstante, no ha frenado el frenesí de la IA. El entusiasmo por su potencial ha llevado a una oleada de inversiones en startups y empresas que ofrecen soluciones de IA para despachos de abogados y departamentos legales. Esta inversión ha sido motivada por dos factores: primero, el temor a quedarse atrás en la carrera tecnológica, y segundo, por la promesa de eficiencias y beneficios significativos. Sin embargo, este auge de inversión corre el riesgo de generar una burbuja en la que las valoraciones de las empresas de tecnología legal se hinchen por encima de la utilidad efectiva de sus productos, o prioricen desarrollos de IA por delante de funcionalidades esenciales o básicas que aportarían mayor utilidad marginal a los abogados.

La implementación de la IA en la práctica legal presenta desafíos significativos. La resistencia al cambio dentro de la profesión, la necesidad de una integración compleja con sistemas existentes y la preocupación por la privacidad y la seguridad de los datos son solo algunos de los obstáculos que deben superarse. Además, la IA requiere grandes volúmenes de datos para entrenar modelos efectivos, y en el sector legal, donde la confidencialidad es primordial, esto puede ser un recurso escaso.

Otro riesgo asociado con la burbuja de la IA es la disonancia cognitiva respecto a su capacidad de imitar el juicio humano. La IA puede proporcionar herramientas valiosas para el análisis y la automatización, pero no puede reemplazar el razonamiento humano complejo, especialmente en casos que implican matices éticos o interpretaciones creativas de la ley. La dependencia excesiva de la IA podría llevar a una erosión de las habilidades críticas y a una menor capacidad para abordar casos complejos de manera efectiva.

Para evitar los peligros de una burbuja de la IA, el sector legal debe adoptar un enfoque equilibrado hacia la tecnología. Esto implica fomentar el espíritu crítico frente a las capacidades reales de la IA, implementar la tecnología de manera estratégica y complementaria al juicio humano, y mantener una actitud abierta hacia la innovación continua. La formación y el desarrollo de habilidades en IA para profesionales legales también serán clave para aprovechar al máximo las oportunidades que ofrece esta tecnología sin caer en hiperinflación de expectativas.

En conclusión, aunque la inteligencia artificial tiene el potencial de transformar el sector legal, es crucial abordarla con una mezcla de entusiasmo y escepticismo saludable. Reconocer las limitaciones actuales de la IA y centrarse en su implementación estratégica puede ayudar a evitar la formación de una burbuja y asegurar que la tecnología cumpla su promesa de mejorar la práctica legal de manera efectiva y ética.

Nota: partes de este artículo las he redactado y revisado con ayuda de ChatGPT.

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